sábado, 2 de marzo de 2013

Capítulo 21. I won't give up on us.




Habían pasado dos meses y yo seguía sin saber si mi decisión fue la correcta. Por un lado tenía la sensación de que había esquivado una granada, de que había tirado una bomba que amenazaba con estallar en mis propias manos. Huí de que me volviese a pasar lo de Daniel... pero a lo mejor había sido demasiado tarde...

—No—dije a esa molesta conciencia mientras negaba con la cabeza. Había hecho bien, me había apartado del problema antes de volver a tropezar con la misma piedra.

Apoyé mi cabeza en la ventana del vagón del metro mientras las débiles notas de la canción que estaba escuchando se difuminaban con el silencio.

Y aún cuando sabía que había hecho lo correcto solo podía pensar: ¿Qué estará haciendo él? ¿Habrá conocido a alguien?

Que tontería, por supuesto que ha encontrado a una sustituta de juegos. Quiero decir, él seguro que es muy popular entre las chicas, solo había que verle pero... ¿Habrá pensado en mí?





Podría mentirme diciendo que la había olvidado, pero era imposible hacerlo cuando quería estar pendiente de ella en su camino de vuelta a casa. No quiero verme como un acosador secreto o algo así. Se podría decir que soy el héroe de la historia, o simplemente un loco con mucho tiempo libre. Sé que ella tiene que pasar todos lo días bordeando el parque, y eso solo me hace recordar como intentaron violarla por mi culpa.

¿Eso me hace sentir mejor? Quiero decir, ¿realmente lo hago solo por su seguridad o hay algún sentimiento oculto en este hecho rutinario?

Escondí mi cabeza tras la columna en la que estaba apoyado. Estaba sentado en el suelo esperando la llegada de su tren. Era viernes y hacía dos meses que no había hablado con ella. Y aunque el verla debería suponer un alivio era más bien un martirio. ¿Su pelo seguiría siendo tan suave? ¿Su rubor continuaría siendo tan cálido?

Ella anduvo por mi lado, pero no me vio ni echó la vista atrás, pasó de largo y la estela de su aroma me dolió como algo cruel que me recordaba que ya no era mía. No se había echado colonia y se me hizo sonreír de tristeza. Ansiaba realmente estar cerca suya, tan cerca que todo lo que respirase fuese su aliento.
Quería que fuese mía.





Miré el móvil, no sé cuantas veces me habría llamado ese número desconocido. Las primeras veces que me llamó estaba en clase, hace cerca de mes y medio. Entonces no lo había cogido, y las demás veces había rehusado de hacerlo. Miré la pantalla del móvil y rocé con el pulgar el botón de cancelar llamada.

—¡Qué demonios!—bufé cuando salí a la calle. Pulsé el botón verde para coger la llamada, simplemente será alguien que se ha equivocado, así me dejará en paz. Me acerqué el móvil a la oreja—. ¿Sí?

—¿Hola? ¿Leire?— me llevé la mano a la boca y contuve la respiración.





Parece que se ha sorprendido con una llamada, ¿será su nuevo novio? Es muy posible. Ella está hecha para ser amada. Ella está hecha para ser acariciada y no dejarla ir. Yo fui tan estúpido que la dejé ir. Debería luchar por ella... pero no quiero que me odie. No podría aguantar que me odiase.

Así que tal vez por eso me dejo caer a lo largo del tronco de un árbol hasta el suelo. Donde, de cuclillas y con la cabeza baja puedo soñar e imaginar estar de nuevo con Leire. A lo lejos la oigo reír, siento celos de esa persona que puede hablarle.

Lo único que puedo hacer es asegurarme de que está a salvo.





—Nicolás, cuanto tiempo...— respondí sin saber muy bien cuánto estusiasmo ponerle a mis palabras. La última vez que lo había visto me había besado y me había dejado en un lugar que yo no conocía.

—Lo siento, estarás sorprendida de que te haya llamado... y seguramente tienes muchas cosas que hacer... no sé por qué lo he hecho... —acabó mascullando.

—¿Cómo?— pregunté cuando ya casi no podía oírle—. No, no pasa nada, no estoy haciendo nada importante— reí para descargar la tensión de ese instante—. ¿Eras tú el que me ha llamado tantas veces? ¿Por qué? ¿Qué pasa? — por un momento me asusté al pensar que tal vez a Lucas le había pasado algo. Meneé la cabeza y proseguí mi camino al darme cuenta de que me había parado.

—No, no pasa nada —respondió rápidamente con nerviosismo—. Es solo que... me he sentido fatal desde que te dejé solo aquella vez, perdóname por eso.

—Ahora que has perdido perdón está todo olvidado— dije con cierta ternura, Nicolás era adorable, como un osito panda. Reí ante la idea.

—Sí ya... quiero decir ¡No!

—¿No?

—No puedes perdonarme tan rápido, lo que hice fue horrible... por eso te llamaba para ver si podía verte un día de estos que no estés ocupada.

—Vale, me parece perfecto—respondí.

—¿De verdad?— dijo incrédulo.

—Claro, ¿podría ser mañana? Es que estoy intentando buscar un trabajo parcial y esta tarde tengo una entrevista...

—Sin ningún problema—dijo con entusiasmo—. ¿Qué te parece a las 8, en el Pub Jaque, donde nos conocimos?

—Perfecto, allí estaré—dije al llegar a mi casa.

—Leire...

—¿Sí?

—Echaba de menos tu voz— y colgó.

Sonreí mientras apartaba mi móvil de la oreja. Estos dos meses habían sido muy solitarios para mí, Sara se había pasado todo ese tiempo en un tira y afloja con Esteban y eso me había dado mucho tiempo para pensar en Lucas... Sabía que no debía de hacerlo, pero al escuchar la agradable voz de Nicolás, no pude resistirme a una amigable distracción aunque tratándose de Nicolás sería algo más que amigable...

Mierda, debía de haberlo pensado mejor, ¿le estoy dando falsas esperanzas a Nicolás? Él me besó... pero justo en estos momentos le necesito para no perder la cabeza.

Por cierto... ¿cómo habrá conseguido mi número?




Llegué demasiado pronto a la puerta del café donde iba a hacer la entrevista. Miré el reloj, diez minutos antes de lo previsto, y eso que pensaba que llegaba tarde... Miré el cartelito de la puerta indicando que todavía estaba cerrado. Bufé.

Para la entrevista me había puesto una camiseta rosa pastel de pequeños lunares negros y unos vaqueros ajustados. Para completar la aparencia de madures que quería dar, había cogido un bolso negro y unos tacones del mismo color. Me miré en el escaparate de café y observé que debido a las inútiles prisas mi moño se había revuelto. Me quité el coletero y me coloqué la melena pero me la dejé suelta. Los recogidos altos me acababan, siempre, dando dolor de cabeza.

Para hacer tiempo, deambulé por las calles, y entonces pude oír los dulces y conocido acordes de I Won't Give Up. Un fuerte latido hizo que mi corazón diese un vuelco. Corrí a lo largo de la calle y giré la esquina.

Allí estaba. Más guapo de lo que recordaba, rodeado de gente que le oía calentar la guitarra. No me dejaban verlo bien, así que, aún en la última fila, me colé en un hueco. Oh Dios mío, ¿cómo le había crecido tanto el pelo en este tiempo? ¿Estaba más alto? ¿Sus gafas eran más rojas?

¿Quería hablar con él? ¿Quería decirle algo? ¿Quería que me viese? Pero... conociendo a Lucas ya sabría que yo estaba ahí, siempre había tenido ese sexto sentido.

Él dejó de observar la guitarra y alzó la cabeza, yo contuve el aliento y fue en ese instante cuando supe que me había visto. Me miró de esas manera en la que solo puede hacerlo él, un escalofrío recorrió mi cuerpo y él sonrió.

—When I look into your eyes, it's like watching the night sky or a beautiful sunrise there's so much they hold...— su voz era preciosa, parecía escurrirse entre los acordes de la melodía, y hablarme a mí—And just like them old stars, I see that you've come so far to be right where you are. How old is your soul? 

Cogí aire y susurré a su misma vez las palabras que parecían estar atascadas en mi cabeza: I won't give up on us, even if the skies get rough. I'm giving you all my love. I'm still looking up.

“No voy a dar lo nuestro por vencido...”

Tal vez esas fueron las palabras que necesitaba que me dijese, tal vez simplemente le echaba mucho de menos, tal vez estoy cometiendo un error... pero quiero cometerlo.

—'Cause even the stars they burn, some even fall to the earth, we've got a lot to learn “God knows we're worth it” No, I won't give up  —esta vez era yo la que cantaba, tardé un segundo en darme cuenta. La gente que estaba escuchando a Lucas se giró al oírme y empezaron murmullos y timidos aplausos de admiración ante, seguramente, mi osadía. Yo di un paso al frente, y otro más, Lucas se calló pero siguió tocando. La gente me dejaba pasar. Me puse a al lado de Lucas y le miré mientras seguía cantado. Tenía la sensación de que cada vez más gente se acercaba a escucharnos, oía con más insistencia el sonido de las monedas cayendo en la funda de Tiffany. Observé a Lucas y apoyé mi mano en su hombro, quería tocarle y quería que supiese que era a él a quien dirigía la letra de la canción.

—I won't give up on us—seguí cantando con la euforia recorriendo mis venas.

—No I'm not giving up—Lucas hizo el coro y eso me hizo reír, pero para no perder la concentración simplemente sonreí.

—God knows I'm tough enough—me estaba motivando como cuando cantaba sola en la estación del metro, en la ducha o en mi cuarto. Eso era lo que a mí me gustaba, cantar.

—I am tough, I am loved—Lucas siguió con su coro y yo me acerqué a él.

—We've got a lot to learn— mientras cantaba no era capaz de apartar la mirada de Lucas, y él de mí tampoco. De repente la situación se volvió muy íntima, parecía que estábamos solos, que solo existíamos él y yo.

—We're alive, we are loved

—God knows we're worth it

—And we're worth it

—I won't give up on us, even if the skies get rough. I'm giving you all my love. I'm still looking up...— terminamos cantando los dos al unísono, como si lo hubiésemos practicado. Y acabamos en un susurro. Sin tocar los acordes final, él cogió de la parte de abajo de mi camiseta y me acercó a sus labios. Su boca era como la recordaba, pero al igual que la mía era salvaje, notaba que me añoraba, que me anhelaba de la misma manera en la que yo a él. Todas mis preocupaciones se fueron. Pasé mis brazos por encima de su cabeza y le rodeé el cuello. El público aplaudía, silbaba y gritaba enloquecido. En ese momento recordé que ellos estaban ahí, y la euforia de ese beso en público se unió al de mi valentía al cantar en voz alta delante de tanta gente.

Nos separamos y apoyé mi frente en la suya mientras me mordía el labio inferior. Miré el cristal de sus gafas casi sin aliento.

¿Y ahora qué?





Hola, hola, se que os parecerá raro que escriba algo, pero lo veo conveniente. 

Lo primero, lo siento a todos por la tardanza. Me han pasado muchísimas cosas y no he tenido tiempo; por ello, he escrito un capítulo bastante largo y con un final muy emotivo (espero que os haya gustado). Lo siento otra vez por el tiempo que he estado sin escribir, seguramente habéis tenido que releer todo de nuevo. Pero muchas gracias por estar siempre ahí!

La segunda cosa que quería decir es que esta semana cumplió los 18 la fan nº1 de Mírame. Y como regalo quería hacerle esta dedicatoria. ¡Va por ti furci!


sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 20. Solo una cosa produce esta indecisión...


Era imposible. ¿Qué demonios hacía aquí?

-¡¿Qué te ha pasado en el brazo?!-gritó con su habitual voz chillona.

-Mamá, Leire está aquí.-dijo Lucas ignorando el saludo de su... ¡¿madre?!

Ella asomó su cabeza para observarme.

Yo me había quedado parada, de pie, a un lado del sofá aún con las manos en la boca. Miré con los ojos bien abiertos a Mary, reconociendo su baja estatura, su pelo más negro que una medianoche (idéntico al de Lucas ahora que me daba cuenta), sus grandes ojos azules, y como no, su torpeza.
Las llaves de Mary cayeron al suelo, pero antes de que ella se agachase, Lucas ya las había cogido.

-¿Tu madre es Mary?-dije encontrando mi voz.

Mary levantó la cabeza al oírme y sonrió.

-¡Leire! ¡Cuánto tiempo!-dijo ella acercándose a abrazarme.

-Te vi ayer, en clase...-dije aún en shock mientras mis brazos no se activaban para devolver el abrazo.

-Pues eso, mucho tiempo.-sonrió.

-No sabía que tenías un hijo-fue lo único que conseguí articular. Bravo Leire, vas progresando,pensé con sarcasmo.

Lucas nos miraba con una sonrisa en su cara, ¿a caso él lo sabía? ¿Sabía que su madre me daba clase?

Mary miró con ternura a Lucas y le puso una mano en su hombro, Lucas era realmente alto, algo que hacía un poco ridículo el gesto maternal de Mary.

-Más que un hijo parece un gato salvaje siempre en busca de problemas. Hablaremos más tarde de lo del brazo-añadió esta vez con un matiz enfadado en la voz.-, ahora tenemos visita.-acabó con una sonrisa en mi dirección.

¿Un gato?

Mary dejó su bolso y su abrigo detrás de la puerta y depositó las llaves en la mesa de la entrada.

-Lucas, ¿te he dicho alguna vez que Leire es mi alumna preferida? No debería decirlo..., pero es la verdad-añadió encogiéndose de hombros. Yo sonreí nerviosa. ¿No se preguntaba qué hacía en su casa a solas con su hijo?

-Me lo imaginaba.-contestó Lucas con un humor travieso mirándome de soslayo.

Mary suspiró cansada y se llevó las manos a ambos lados de la cadera.

-Voy a hacer la cena. Podéis subir arriba si queréis-nos sonrió y se fue para la cocina dejándonos solos.

¿Mary sabía que conocía a su hijo? ¿Por qué ninguno de los dos me dijo nada?

Lucas me alcanzó, mientras sonreía y me cogió de la mano. Se veía tan natural sus dedos entre los míos, su agarre en mi palma...que me quedé embelesada mirando nuestras manos unidas mientras subíamos las escaleras. Pensé que Lucas me llevaría a su habitación, pero en cambio, me llevó a una que había al final del pasillo. En ella había un gran sofá-cama azul y una pequeña estantería con unos poco libros. Lucas se sentó en el sofá, y yo me senté a su lado aún con la boca abierta.

-¿Lo sabías?-pregunté después de un momento. Él asintió sonriendo- ¿Y ella?

-También-dijo con una sonrisa en sus labios demasiado besables.

Miré al infinito en la pequeña estantería, mientras mi subconsciente leía los títulos de varios libros que había allí.

-Y, ¿por qué no me lo habíais dicho?-dije incrédula.

-Yo le dije que no te contase nada-murmuró Lucas.

¿Lucas y Mary habían hablado de mí? ¿Cómo me había presentado a su madre? ¿Cómo su amiga?

Me quedé un minuto asimilando esa conexión, Mary era la madre de Lucas. Con lo joven que es Mary...

De repente una idea se me cruzó por la cabeza.

-¡Por eso lo supiste!-exclamé.

Lucas me miró sorprendido sin saber a qué me refería.

-¡Fue así como averiguaste mi nombre!-le aclaré.

Lucas sonrió despacio.

-Eres muy lista, ángel. Esperé a mi madre un día fuera de tu colegio, y te vi.

¿Ángel? ¡Ah!, es verdad. Lucas había empezado a llamarme así. Aún seguía sonándome raro.

-Al final me he quedado con hambre.-dijo refiriéndose al beso que no nos habíamos dado.

Me rasqué la zona del cuello donde él había creado un camino de besos y mordiscos. ¿Qué demonios quería? ¿Quería hacer caso a mi corazón y a mi cuerpo y estar con él? ¿O hacerle caso a la parte racional de mi cerebro que actuó...ayer? Dios mío, fue ayer. Parecía que habían pasado semanas y sin embargo todo ocurrió ayer.

-Lucas, ¿qué demonios me pasa? Un día te digo que seamos amigos y al siguiente soy capaz de dártelo todo por un simple beso en el cuello.

Lucas dejó caer su cabeza mientras apoyaba sus codos en sus piernas. Susurró un “todo” tan ligero que parecía que más que oírle le había leído los labios. Había repetido mi “todo”. Medité mi frase y me di cuenta de la razón que tenía. Le hubiese dado todo, igual que hice una vez. Soy demasiado impulsiva, demasiado confiada...

Me di cuenta en un instante de que la verdad se resumía en la pregunta: ¿cómo iba a quererle tan pronto?

Se estaba repitiendo. A Daniel nunca le quise, aunque siempre pensé que lo hacía. Con Lucas me estaba volviendo a pasar. Lucas se acercó a mí con una clara intención carnal, yo lo aparté.

-Estoy harta-dije sin pensar. Mi voz salió muy débil de mi garganta. Noté que se tensaba a mi lado, no podía mirarle así que observé mis manos-. Estoy harta de que cada vez que digo que te pares tu sigas-mi voz temblaba así que cogí aire para hablar con más fuerza-. Estoy harta de todo el misterio, de todos los secretos, de todas las mentiras-mis palabras empezaba a ganar fuerza-. Estoy harta de tu vena violenta, de que vayas pegando a todo el mundo. Estoy harta de que te metas en líos-mi voz quebró-. Estoy harta de ti.

¿Era realmente eso lo que quería decir? No. ¿Me arrepentía de algo de lo que había dicho? No.
¿Qué sentía por Lucas? No lo sé, pero no es amor.

Lucas respiró fuerte y supe que iba a hablar.

-¿Y?-dijo con demasiada brusquedad-. Nos lo pasábamos bien, ¿no? Y sí, puede ser que dijeras que parase, pero realmente no lo decía en serio, ¿verdad? Tengo mis secretos, ¿quién no los tiene? Y me parece muy hipócrita que tú me acuses a mí de misterio y...

-¡Cállate!-sin pensar, le di una bofetada con la mano abierta en la mejilla.

Lucas se quedó mirando la pared, y poco a poco volvió la cabeza para observarme. Agarré mi mano dolorida con la otra, pero él la apartó y cogió mi diestra. ¿De verdad le había pegado? ¿Por qué había sido tan impulsiva?

Lucas agarró mi mano, y la colocó en su mejilla roja. Era difícil de creer que no se le hubiesen ni movido las gafas.

-Y...-dijo continuando con la frase que no le había dejado acabar-. Y me da igual. Me da igual que no me lo cuentes, que me mientas... Me da igual todo. Lo único que no me da igual, y no sé por qué, es todo lo que dijiste ayer.

Tiré de mi brazo para recuperar mi mano, pero él la asía con fuerza.

-Tengo en mi cabeza todas las frases exactas, todas las palabras que utilizaste-susurró mientras besaba mi palma-. Por primera vez en mi vida siento que se me podría olvidar algo porque estoy demasiado ocupado en rememorar una y otra vez la escena de ayer. Siento que olvidaré respirar, que olvidaré hacer mi corazón latir porque una chica decidió dejar de besarme...

Yo le miré y me di cuenta de que estaba llorando. ¿Cuándo empecé a llorar? ¿Cuándo le dije que estaba harta de él? ¿Cuándo le pegué? ¿Cuándo empezó a decirme todo eso? Rápidamente me sequé las lágrimas y cogí aire.

-Me gusta como te da la luz justo en este instante,-dijo Lucas poniéndome un mechón de pelo detrás de mi oreja-ángel.

¿A qué viene eso? Además, ¿justo en este momento?

-Lucas, yo... me tengo que ir.

Él asintió despacio y bajamos juntos sus escaleras, aunque esta vez, su mano no cogía la mía.

Me despedí de Mary que seguía en la cocina y salí de casa con Lucas pisándome los talones.

-¿Llevas tu bolso?-me preguntó de espaldas antes de cerrar la puerta detrás de nosotros.

-Sí.

-¿Te dejas algo?

-No.

Nos miramos mientras el silencio se cernía sobre nosotros. Respiré y una pequeña nube de vaho se materializó fuera de mi boca. Fue entonces cuando me di cuenta de que hacía frío.

Ya era de noche, y las farolas, al igual que las estrellas, estaban encendidas. Una Luna brillante iluminaba el firmamento, nunca la había visto tan grande.

-Adiós-dije sin saber muy bien como despedirme mientras giraba.

No pude ni dar el primer paso. Noté que algo me agarraba de la muñeca. Miré a Lucas notando mis labios secos. ¡Por Dios! ¿¡Por qué era tan exasperante estar con él!? En un momento me mantenía firme y al otro... simplemente tragaba saliva preparada para besarle.

-Leire, escucha. Sé que quieres que haga caso en tus decisiones. Pero yo creo que no estás en lo correcto. Sé que quieres que te cuente mi pasado, o lo de las gafas. Pero no te lo voy a decir. Simplemente quiero que sigas estando ahí, que seas mi amiga si eso es lo que quieres ser.

-Lucas yo... no sé si...-no sabía adónde quería llegar-. Lucas acabé mal en el pasado por malas influencias. Y tú pareces tener escrita en la frente las palabras “chico malo”.

-¿Chico malo?-sonrió traviesamente, como siempre hacía.

-Lucas, si buscas la palabra “problemas” en un diccionario sale una foto tuya-sonreí ante la idea-. Con gafas y todo.

Dejó escapar una leve sonrisa ante mi comentario estúpido. Su mano aún sujetaba la mía, dio un tirón y me abrazó como despedida.

-No sé por qué...-empecé a decir sin poder detener mis palabras- pero siento que te necesito. Que necesito esto-susurré contra su pecho-. Creo que es algo bueno, pero aún más es de malo. Tengo la sensación de que en cualquier momento me voy a romper...-sonreí mientras me separaba-. No sé ni yo misma lo que estoy diciendo. Adiós...Lucas.-dije mientras soltaba su mano.

Y cuando todo el contacto entre nosotros se había perdido, me di cuenta de que nada me ataba a él. Que ya no me había dejado nada en su casa. Que no tenía ninguna excusa para volver, para verle...

Mientras me iba, no fui consciente de lo que dijo Lucas justo en ese momento.

-Yo, tengo la misma sensación.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Capítulo 19. Tiéntame.



Ahí estaba, después de mucho tiempo, él. Por fin él. No me había dado cuenta hasta ese instante en todo lo que le echaba de menos, en todo lo que...

Sonreí mientras observaba como colgaba el móvil sin despedirse de nadie. Ocultó su otra mano tras la espalda, pero ya lo había visto. Tenía el brazo escayolado. Intenté no inmutarme pero al instante me di cuenta de que tenía el ceño fruncido por la conexión que acababa de hacer. Nicolás estaba hablando con Lucas esta mañana, Nicolás conoce a Lucas... Lucas pegó a Daniel, ¿por qué?

Cogí aire para hacer la pregunta pero él cortó el hilo de mis pensamientos.

-¿Qué haces aquí?

No lo dijo de mala manera, ni de forma impulsiva. Lo preguntó como si le hablase a una lluvia de Agosto o a un árbol en un desierto, con desconcierto.

Le miré bien, memorizando la parte de su cara que podía observar, memorizando las venas marcadas del antebrazo que dejaba ver, memorizando la forma en la que los vaqueros oscuros se moldeaban debajo de su cadera, memorizando la forma en la que la camiseta negra se adaptaba a él.

Tal vez fue todo esto por lo que mi voz sonó un poco ronca.

-Me dejé mi bolso, ¿recuerdas? -no quería coger mi bolso, porque eso significaría irme de su casa, alejarme de él y perder la única excusa que tenía de verle.

Él sonrió por un instante, y me dejó pasar, pero no se apartó del todo, y la estrecha franja que me dejaba libre no me dejaba apenas pasar. Pasé mirándole de cara, muy cerca, pegando mi cuerpo al suyo...pero rápidamente aparté la mirada de sus labios y miré al interior. Me estaba volviendo loca, cruzar una simple puerta no tenía por qué ser tan significativo, tan cercano, tan...romántico, esa era la palabra.

Meneé la cabeza y miré el interior. Su casa seguía tal y como me la encontré el otro día. Juraría que incluso nada había cambiado un ápice. La casa no era muy grande, pero cuando hube entrado en el salón no supe qué hacer a continuación, a dónde dirigirme. Miré a Lucas interrogativamente, quién me seguía mirando como si fuese imposible que yo estuviera ahí, y él pareció despertar de repente.

-Tu bolso está arriba-dijo señalando con el pulgar la escalera-. Quédate aquí iré a por él.

Yo asentí con la cabeza y observé su espalda mientras se alejaba. Cuando le perdí de vista suspiré. Antes todo eso era mío, todo él lo era. Ahora lo había perdido. Pero tenía que recordarme que las cosas eran así. Nada de chicos como él. Nada de chicos con sonrisas que traen problemas. Nada con chicos malos. Nada con chicos misteriosos ni violentos. Nada de chicos que no buscan el amor. Nada.

Me dirigí lentamente hacia el sofá y saludé a Gato, que estaba tumbado en él con la cabeza apoyada en sus patas delanteras. Pareció saludarme al levantar levemente la cabeza y yo sonreí. Me senté en el sofá a esperar y miré la guitarra que había encima de la mesa. Me mordí el labio, siempre había querido aprender a tocar la guitarra. Sonreí mientras la agarraba acordándome de como la había llamado Lucas.

-Hola Tiffany.

La coloqué sobre mis piernas y toqué los poco acordes que me sabía Do, Re, Mi, Sol, La (el más fácil) y Do. Solo me conocía los acordes mayores, y entre ellos, Fa y Si se me atragantaban porque no sabía hacer la cejilla. Intenté tocar un Fa que me salió horroroso, estiré más mi dedo y siguió sin salirme bien.

-¿Estás aprendiendo a tocar la guitarra?-preguntó Lucas detrás de mí. Yo me di la vuelta en el sofá y le miré, sonriendo por la extraña mezcla entre su aura y mi bolso.

-Ojalá-respondí-. Siempre quise tocar la guitarra. Lo único que puedo hacer es memorizar la posición de los acordes en internet y probarlos en una tienda de música.- me encogí de hombros.

-¿Tú también tienes buena memoria?

-No tanto como tú-dije quitándole hierro-. Creo que la mía es más visual que otra cosa.

Lucas asintió y se acercó poco a poco, yo me giré siguiendo su recorrido y acabó sentándose a mi lado. Acarició el mástil de la guitarra hasta llegar a mi mano y cambiar la posición de mi muñeca, lo que me facilitó hacer mejor la cejilla. Pero él no dejó de tocar mi muñeca, y la siguió rozando mientras me miraba. Sentía la electricidad estática de la caricia en mi muñeca mientras mi pelo se ponía de punta en esa zona de mi brazo, pero el escalofrío siguió hasta llegar a mi nuca, momento en el que me estremecí.

Lucas sonrió de lado y no pude dejar de mirar sus labios. Mojé los míos y observé los suyos, carnosos, color crema, tentándome. Me dejé llevar hasta ellos sin control ninguno pero el giró su cabeza justo en el instante en que empezaba a sentir su aliento en mi boca. Carraspeó.

-Toca ahora el Fa-dijo.

Yo me erguí rápidamente para apartarme de él. Miré la guitarra, mis dedos seguían en la misma posición que había dejalo Lucas, es más, su mano buena aún seguía cogiendo mi muñeca con suavidad.

Pasé mi mano derecha por las demás cuerdas mientras el sonido del Fa nos envolvía, como solían hacer los acordes. Sonreí olvidando lo del beso y él también lo hizo.

-Tócame algo, quiero oírte.-le dije pasándole la guitarra.

-Tengo la escayola, sé que lo has notado.-dijo enseñándomela.

-Ah, es verdad -dije triste de repente. Querría realmente haberle oído tocar. Me había fijado en todo momento de su mano herida pero me había perdido al imaginarme como tocaría él la guitarra-. ¿Eso es lo que hacías el otro día?

-¿El qué?

-Tocar la guitarra en el centro.

Él asintió con la cabeza sin sonreír.

-Mi madre y yo tenemos problemas de dinero, y aunque no me deja ayudarla, al menos puedo colaborar pagando mis problemas.

Hablando de esa manera parecía no haber ni rastro del chaval que había pegado a Daniel. Decidí no preguntarle sobre ello, porque eso me recordaría el beso de Nicolás y prefería no acercarme a ese tema.

-¿Y cómo es que tienes unas gafas tan caras?- le pregunté sin pensarlo dos veces.

-Tu obsesión por mis ojos no es muy sana.-ironizó.

-Lo sé.-dije siendo muy consciente. Él me miró un rato por mi respuesta.

-Eran de mi padre.-dijo mirando a otro lado mientras se rascaba la frente con el borde de la escayola.

-¿Por eso no te las quitas nunca?-pregunté. Deseé estar tan cerca de la respuesta que ni me di cuenta de que seguramente él odiaba a su padre por haberles abandonado.

-Si fuera por mí me las arrancaría-contestó con rabia contenida-. Me consuelo pensando que realmente, en el fondo, eran de mi abuelo, que se las pasó luego a mi padre.

-¿Tan viejas son las gafas?-pregunté.

-Se llevan ahora, pero se crearon hace años. Pero tampoco son muy viejas, quiero decir, mi abuelo paterno tuvo a mi padre muy joven, al igual que mis padres. Me llevo casi 40 años con mi abuelo paterno.

No pude evitar soltar un “oh” de sorpresa ante ese nuevo dato de Lucas. El ambiente empezó a caldearse y yo miré en todas direcciones buscando un tema distinto del que hablar. Encontré en mi regazo la guitarra.

-¿Me enseñarás?-le pregunté.

-¿Qué me das a cambio?-no había rastro del chico que había rechazado mi beso sutilmente.

Pero lo que él no sabía, y ni yo hasta ese momento, es que me apetecía ponerme juguetona.

-¿Qué quieres a cambio?-susurré.

Lucas sonrió débilmente, parecía luchar consigo mismo una pelea. ¿Por qué dudaba? ¿Qué le echaba hacia atrás?

-Comer.-contestó.

-¿El qué?-pregunté sabiendo la respuesta. Lucas dudó durante un momento más y luego me miró despacio.

-A ti.-susurró en mi oído.

Yo jadeé al notar su aliento en el hueco de debajo de mi oreja, le sentí acercarse un poco más y enterró su nariz en mi pelo. Respiró y me besó en el cabello, donde mis raíces temblaron bajo su roce. Más tarde, apartó mechones de pelo y besó con extrema delicadeza el hueco debajo de mi oreja. Un suspiro escapó de mis labios haciendo indiscutible mi anhelo hacia él. Se colocó un poco más cerca y me mordió con pasión contenida el lóbulo de mi oreja lo que hizo cerrar mis ojos.

-Dios...Lucas...-suspiró mi lengua.

Lucas continuó besando mi cuello, apartando mi pelo al paso de su boca. Después dirigió su mano buena a mi cintura, esa parte del vientre tan sensible que una simple gota de agua fría consigue hacerme temblar. Rozó el surco de la cinturilla de mi pantalón mientras me estremecía a su paso.

-Por favor, Lucas.-supliqué.

-Por favor, ¿qué?-preguntó él a mi cuello.

Levantó levemente mi blusa y acarició mi vientre con su mano fría, lo que me hizo temblar de placer.

-Por favor, bésame.- él paró de hacer lo que estaba haciendo en mi cuello. Pude sentir su respiración poniéndome el pelo de punta.

-No puedo, solo somos amigos.

-Me da igual.-susurré aún con los ojos cerrados.

-¿Te da igual?-preguntó.

-Sí.

-A mi no me da igual...-respondió Lucas alejándose un poco. Lo dijo un poco enfadado y yo vacilé ante ese tono abriendo los ojos-¿Por qué lo hiciste?

Giré mi cabeza le miré, ya se había alejado de mi cuello y esperaba impaciente mi respuesta. Pero yo no podía olvidarme de sus cálidos besos en mi nuca, en mi oreja, de sus caricias en mi vientre, en sus mordiscos en mi lóbulo, no podía olvidar sus labios. Por eso me acerqué a él lentamente, temiendo volver a ser rechazada. Cuando estuve a pocos centímetros de su cara esperé mientras le respiraba. Él no se apartó pero cogió la guitarra de mis piernas y la dejó en mi mesa. Me miró un instante robándome el aliento de mi boca y se acercó al mismo paso con el que yo me alejaba, el sonrió hasta que me quedé tumbada en el sofá. Acarició mi pelo de una manera muy tierna mientras me lo apartaba de la cara.

-Eres mía-me susurró mientras se acercaba. -Solo mía.

Al bajar su cabeza sus gafas se escurrieron por el puente de su nariz pero no llegaron a caer porque en ese momento el timbre de su casa sonó y se irguió... Sonrió por un momento y se levantó mientras se dirigía a la puerta. Yo me incorporé y me coloqué bien el pelo y la blusa mientras carraspeaba.

-No te vas a creer quién es.-me dijo Lucas antes de abrir la puerta. Cuando lo hizo, no pude otra cosa que echarme las manos a mi boca mientras me levantaba del sofá.

Era imposible. ¿Qué demonios hacía aquí?

domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 18. El dolor.


-¿Quién entra primero?-preguntó el doctor nada más salir de la sala en la que se encontraba.

Yo estaba sentado apoyando mi cabeza en mi mano izquierda, mientras la derecha, aunque imitaba la misma posición sobre mis piernas, no podía aguantar el peso.

-Que pase él.-dije señalando con la cabeza a Daniel que se encontraba en la esquina contraria a donde estaba yo.

-No es normal ese color de muñeca.-replicó el doctor.

Miré mi mano y sonreí con una mueca de dolor.

-Lo sé, pero tendrá que esperar.-dije enfadado.

Desde que esa mañana pegase a Daniel había estado cabreado conmigo mismo por haber sido tan tonto. Que ese chaval se llamase Daniel, fuese estúpido y conociese a Leire, no tenía nada que ver con el Daniel que le jodió la vida. Me pasé la mano por el pelo, observando el suelo mientras sentía la mirada de odio de Daniel al dirigirse a la consulta.

Cuando el silencio volvió a la sala de espera, resoplé.

Nada más darle el puñetazo en toda la cara, un grupo de personas vino corriendo curiosas de los gritos de dolor de Daniel. Él mantenía sus manos escondiendo su cara, con lo que al principio pensé que no le había dado suficiente fuerte. Pero, poco a poco, entre los dedos de su mano fue apareciendo pequeños ríos de sangre. En un principio, mi lado masoquista se alegró de sentirla en mis dedos, pero más tarde, cuando llegó Nicolás abriéndose paso entre la gente, me di cuenta de que me había pasado.

Pronto descubrí que solo era un Daniel que conocía a una Leire.

La vida está llena de coincidencias.

La puerta de la consulta volvió a abrirse, yo seguí observando el suelo.

-¿¡Eres gilipollas o qué te pasa!?-me empezó a gritar Daniel. Yo cerré los ojos con fuerza, me empezaba a doler la cabeza.-¡Nicolás me ha hablado de ti! Que tengas una vida de mierda no te da derecho a joder la de los demás.

-Ya te dije que lo siento...-sabía que era una frase muy pobre para lo que le había hecho, pero no se me ocurría otra cosa.

-¡Qué lo sientes! ¡Qué lo sientes!-empezó a gritar.- ¡Por tu bien que no te vuelva a ver en tu puta vida!- Alcé la cabeza mientras se iba, no por propia voluntad ya que le cogían dos doctores, a la salida.

Volví a resoplar y alcé la cabeza. Me levanté y me acerqué a la consulta, en cuya puerta esperaba el mismo doctor que antes.

Me hizo sentarme en una silla mientras él observaba con detenimiento mi muñeca, dándole vueltas delicadamente con sus dedos fríos.

-Vaya pedazo de gancho de derecha tienes, chaval-me dijo el doctor.

Yo sonreí mirando hacia otro lado.

-Se hace lo que se puede.-contesté.

El doctor rió en una sonora carcajada.

-Hay que colocártelo. Los huesos de tu muñeca se han incrustado entre el radio y el cúbito.

-Mira qué bien, una fiesta.-ironicé.

El doctor me miró con detenimiento.

-Has salido casi más perjudicado que el otro.-yo sonreí mientras para mis adentros me decía “me lo merezco por gilipollas”-Te va a doler bastante, además es imposible ponerte la anestesia porque hay que actuar de inmediato.

Yo asentí mientras el doctor se levantaba y se acercaba a varios cajones, los abría y cerraba con golpes. Cuando encontró lo que buscaba, cogió mi brazo y lo enganchó a una tablilla de madera que sujetó a la mesa. Después, enlazó mi mano, con una cuerda, bastante fuerte. Maldije para mis adentro cuando me di cuenta de lo que iba a hacer.

-Seguro que ha sido por una chica, siempre es por una chica.-dijo el doctor mientras tensaba las cuerdas. Comprendí lo que hacía, intentaba distraerme para lo que iba a hacer a continuación. Pero no lo consiguió. De un golpe, de un tirón, el doctor tiró con todas sus fuerzas de la cuerda que asía mi mano, de manera que ésta se colocó en su sitio. El dolor no fue inmediato, sino pasado un instante mi muñeca empezó a arder de agonía. Intenté no gritar pero fue imposible. Mi voz seguía un poco rota por el grito del día anterior, con lo que no fue tan fuerte como esperaba en un principio. El doctor desató las cuerdas, miró mi brazo durante un tiempo en el que intentaba resistirme al dolor y la movió un poco con lentitud, lo que hizo que la agonía fuera en crescendo. Me mordí la lengua para no volver a gritar mientras el doctor le daba los últimos retoques a mi muñeca.

-Pensaba que sería un poco más técnico, no me esperaba algo tan rudimentario.-dije con la voz ronca.

-Algunas veces, para resolver algo muy complicado, no hacen falta medidas muy elaboradas. Simplemente darte cuenta de dónde está el fallo y arreglarlo.

Yo asentí, sonriendo por mis adentro de la vena filosófica de aquél médico.

Al final, acabó poniéndome una pomada para el dolor, me escayoló la muñeca (el brazo debería decir, ya que la escayola me llegaba hasta el codo) y me mandó unas pastillas para el dolor. Me explicó que algunas “cosas” (vaya vocabulario tenía el médico) se colocarían por sí solas con la escayola, que lo más importante ya lo había hecho él.

Salí de la consulta no muy convencido y me dirigí a la farmacia donde compré lo que necesitaba. Mi móvil sonó en ese instante, sin mirar la pantalla ya sabía de quién se trataba. Dudé un momento en cogerlo, pero no tenía más remedio.

-¿Sí?-pregunté.

-¿Qué te ha pasado?-preguntó un Nicolás histérico.

-Nada, nada...-dije intentando quitarle hierro al asunto. Pagué a la farmacéutica y salí de allí.

-¿Cómo que nada? ¿Ves normal pegarle un puñetazo a alguien sin motivo?

-Sí.-dije sin saber muy bien que responder. Giré a la derecha en dirección a mi casa.-¿Se puede saber dónde estás tú? ¿Por qué te fuiste corriendo de pronto?

-Ese no es el punto.

-Pero es uno de ellos. Es un punto en una serie de puntos suspensivos.

-¿Qué?-preguntó de pronto Nicolás un poco perdido.-¿De qué demonios estás hablando?

-Que por qué te fuiste de repente.-dije. Había desorientado suficiente a Lucas como para retomar la conversación por donde yo quisiese.

-Esteban y yo habíamos quedado con dos chicas...

-¡Me dejas por una chica!-dije con un enfado fingido. Nicolás rio al otro lado.

-¿Qué te esperabas?-me lo imaginé encogiéndose de hombros.-Tío, es perfecta.

Yo reí esperando que continuase.

-Es castaña, tiene unas piernas infinitas, su risa es adorable, y su sonrisa aún más. Es capaz de quitarme el aliento con esos ojazos suyos marrones, y cuando respira y abre un poco los labios para coger aire me entran ganas de besarla y...

-¡Eh, alto, alto! Tranquilo cowboy...-reí mientras giraba en una esquina.- Me duele ya bastante la muñeca, no quiero tener también ganas de vomitar.

-Pero, ¿qué coño te pasó?-preguntó Nicolás retomando la conversación.

-Nada, nada, se me fue la pinza, solo eso...

-Pero, ¿estás bien entonces?

-Sí, sí, el médico dice que salí peor parado que Daniel.-reí.- Me tuvo que colocar la muñeca-hice una mueca al recordarlo.

-¿Te tuvieron que colocar la muñeca? ¡Norma! ¿Pero viste tú el puñetazo que le diste?

-La verdad es que no.

-¿Y Dani cómo está?-dijo evitando mi respuesta.

-Muy cabreado...

-¡Sigues sin decirme qué ocurrió!-pensé por un momento en contarle la verdad, y cuando me había decidido Nicolás me cortó.- Lucas, lo siento, pero ahora no puedo hablar, luego hablamos. Espero que estés bien y pídele perdón a Dani.

-Ya lo he hecho.-le dije al pitido del móvil que me avisaba de que Nicolás había colgado.

Bufé llegado a mi casa vacía. Me costó más de lo que pensaba girar la llave de la puerta con la mano izquierda mientras sostenía la bolsa de la farmacia, pero al final conseguí entrar.

Dejé la susodicha bolsa en la mesa de la entrada, subí las escaleras y entré en mi habitación. Dejé mi sudadera en la silla y me tumbé en la cama.

La noche anterior no había podido dormir nada con el tema de Leire y esta mañana Nicolás me había despertado demasiado pronto porque “me quería hablar de una cosa”. Dejé las gafas en la mesilla y me masajeé el puente de la nariz. Seguro que “esa cosa” era la chica de la que me hablaba antes.

El pensamiento no pudo llevarme a otra cosa que no fuese Leire. Empezaba a pensar en lo absurdo que había sido todo. Tanto el grito de ayer como el puñetazo de hoy. Y todo por Leire. Estaba volviéndome loco. No me podía permitir eso. No podía dejar que mi cabeza estuviese en otra cosa. No podía obsesionarme con su risa, su sonrisa y sus besos. Oh Dios mío sus besos... eran... adictivos. Era como si al probar el sabor de sus labios no existiese nada más delicioso. Sus besos eran oxígeno puro...

Me negué a seguir por ahí. Tenía que olvidarme de ella y concentrarme. Leire me estaba volviendo loco, me hacía hacer cosas sin sentido.

Me incorporé sabiendo que no conseguiría dormir, que solo me quedaría con los ojos cerrados pensando en ella, en su piel...en su aroma...

Me levanté con ímpetu, cogí mis gafas, la guitarra y bajé al salón.

No me puse las gafas, solo las dejé a mi lado en la mesa. Mientras me acurrucaba al lado de Gato e intentaba tocar la guitarra con la escayola. Era imposible. La escayola rozaba las demás cuerdas y las tocaba cuando no debía. Bufé y me pasé toda la tarde haciendo movimientos raros para conseguir tocar la guitarra de una forma normal.

Me pasé la hora de la comida, pero conseguí hacerme un filete antes de que fuese la hora de merendar.

Cuando ya había comido-merendado mi móvil empezó a sonar.

-¿Sí?

-La he líado, chaval.-me saludó Nicolás.

-¿Por qué dices eso?-pregunté sentándome otra vez al lado del soñoliento Gato.

-La he cagado tío, la he cagado.

-Sí, ya te he oído,-dije rascándome la frente.- ¿me quieres decir qué te pasa?

-Ella venía tan preciosa, tan guapa, tan... ella, que me he puesto nervioso y la he cagado.-intentó explicarse Nicolás al otro lado de la línea.

-Ya lo entiendo todo.-ironicé.

-Creo que me he enamorado de ella. Es lo único que sé seguro. Dios, es increíble...pero voy luego yo y la dejo sola. Soy gilipollas.

-¿No la acompañaste a su casa?

-¡No me lo recuerdes! Soy gilipollas, debía de haberlo hecho.

-Pues sí. -no pude decir otra cosa.

-Pero es que Leire no me deja ni pensar con claridad...

Mis ojos se abrieron de sorpresa y tuve que hacer un movimiento rápido con mi brazo derecho para que la guitarra no se cayese de mis rodillas, debido a esto, la escayola chocó contra ésta y sonó, lo que despertó a Gato que empezó a ladrar.

-¿Qué le pasa a Gato?-preguntó Nicolás al oírle ladrar. Yo le ignoré.

-Y ¿Dónde...-carraspeé- ¿Dónde la conociste?

-Ayer Esteban, Daniel y yo quedamos con ella y una amiga suya, Sara.

No había dudas, Daniel conocía a Leire, aunque no era el Daniel que yo pensaba que era.

-Y ¿dices que te has enamorado de ella?-volví a carraspear- La acabas de conocer, ¿no es algo muy precipitado?

-Sólo sé que es ella, o nadie.

De pronto sonó el timbre de la puerta, mi madre ya había llegado. Me quedé un rato más del que debía en el sofá y por fin conseguí dejar a un lado la guitarra, levantarme y ponerme las gafas. Me dirigí a la puerta con el móvil aún en la oreja. Hice varios malabares con el móvil para conseguir abrir la puerta.

Era Leire.

-La he besado, Lucas.-me dijo justo en ese instante Nicolás. Aún no podía creer que Leire estuviese delante de mí. Una fresca brisa entró en mi casa, trayendo el mejor aroma del mundo. Un aroma que me hacía dar un paso involuntario más hacia ella. Ella se mordió el labio, haciendo su boca irresistible. Lentamente, interpreté lo que me acababa de decir Nicolás, pero él me lo repitió una vez más. - La he besado, y quiero volver a hacerlo.